Lunes, 12 de octubre
Muy de mañana hemos viajado en un microbús de la empresa “Iberoamericana” rumbo a Copacabana en Bolivia y en el lado opuesto del lago.
En la terminal de Puno había bastante movimiento y nos hemos encontrado con dos chicos madrileños que estaban en el mostrador de la empresa y hemos tenido una breve conversación. Al contrario de nosotros, llevan un ritmo de viaje contrareloj, nada menos que en veinte días 10 vuelos, por Perú y Argentina.
Así ha sido y hemos comenzado el viaje por la orilla derecha del lago, mirando al norte. El viaje ha durado unas tres horas, contando el parón en la frontera peruano-boliviana; en realidad el paso ha sido muy suave, pero todo lleva su tiempo. Primero en Perú nos han sellado los pasaportes rapidamente. Allí los del autobús nos han avisado de que en Copacabana no había cajeros indicándonos un sitio cercano de cambio. Nosotros hemos cambiado algunos euros que teníamos por bolivianos, uno a nueve y según ha comprobado luego Josune en la frontera de Bolivia los cambiaban a 9.60; a continuación con nuestros trastos a cuestas hemos andado unos cuantos metros para cruzar la frontera. Lo
De la frontera a Copacabana hay ocho kilómetros y en otro micro distinto, en unos minutos, hemos llegado nuestro destino.
Copacabana es un pueblo pequeño a orillas del Titicaca en un lugar que semeja verdaderamente el mar. Incluso tiene una fila colorista de chiringuitos a lo largo de la “playa”
Del sitio de la parada hemos ido andando a nuestro hotel: Rosario del Lago.
El hotel es muy hermoso con una construcción particular y en el rato que a continuación hemos paseado por las calles, observamos que en este pequeño pueblo hay tres o cuatro igualmente de arquitectura bonita; también hay bastantes agencias de viajes y tiendas y puestos con los consabidos guantes, gorros, tapices, ropa y más ropa de todos los colores. Comemos en uno de los chiringuitos, trucha con arroz, papas y ensalada; yo creo que estas truchas no son tales y como muchas veces hemos visto en Sudamérica, les aplican nombres, sobre todo a plantas, que coinciden con los nuestros, pero no son.
Así después de comer hemos dado un paseo por el pueblo y visitado la catedral, llamativa por fuera por sus cúpulas de cerámica y por dentro las figuras y los colores de la paleta americana. La mayor parte está muy restaurada. Copacabana es un pueblo tranquilo y agradable de vivir y al contrario que en Puno no se ve mendicidad por las calles ni niños trabajando de limpiabotas; claro que éste es un pueblo más pequeño.
Aquí es una hora más y por lo tanto las tardes un poco más largas.s bolivianos no nos han revisado nada y se han limitado a sellar los pasaportes también.