Pues sí, ya llevamos ocho días por estas tierras en las que ahora comienza la primavera. Hoy, día cinco, es el tercero que pasamos en Arequipa y estaremos uno más para pasado mañana seguir hacia Chivay y el cañón del Colca.
Arequipa es una ciudad preciosa con un centro de calles de trazado geométrico y multitud de casas, palacios, conventos e iglesias de piedra de sillería de caliza blanca y como está todo esto muy cuidado, es de un efecto magnífico. Por todo esto tambièn es muy muy turìstica con todas las connotaciones que esto tiene. El clima, como aquí casi siempre, es bueno: seco y soleado y eso nos beneficia. Por las mañanas y al atardecer hace algo fresco, pero durante el dìa calienta bastante. Y hay que madrugar porque para las cinco de la mañana amanece y por la tarde está oscuro hacia las seis.
Hoy por la mañana hemos visitado el monasterio de Santa Catalina que está en el centro de la ciudad y por fuera tiene una planta imponente. Fundado en 1579, cuando Perú y mucho más eran colonias españolas, entre sus paredes ha transcurrido la vida de cientos de mujeres y en la visita lees detalles impresionantes. En cierta ocasión el obispo prohibió a las monjas que allí vivían que tuvieran más de una criada y la mayor parte de su interior son las antiguas celdas de las monjas que vivían cada una en una instalación aparte. Ciertamente era lo más parecido a un pueblo dentro del monasterio. O algo así.
Por la tarde hemos hecho un recorrido de lo más singular con un señor que nos ha llevado a ver el antiguo pueblo de Yura, absolutamente en ruinas y luego hemos ido a la quebrada de Añaswayco que es el sitio de donde desde hace cuatro o cinco siglos se extrae la piedra caliza para las construcciones. Esta piedra se ve por todas partes, casas, tapias y en muchas de las míseras chabolas que pueblan el entorno de Arequipa. Según nos ha indicado el guía la mayoría son indígenas de las zonas de Puno y Cuzco que van a la ciudad apretados po la necesidad. No todo está tan ordenado como el centro de la ciudad.
Arequipa es una ciudad preciosa con un centro de calles de trazado geométrico y multitud de casas, palacios, conventos e iglesias de piedra de sillería de caliza blanca y como está todo esto muy cuidado, es de un efecto magnífico. Por todo esto tambièn es muy muy turìstica con todas las connotaciones que esto tiene. El clima, como aquí casi siempre, es bueno: seco y soleado y eso nos beneficia. Por las mañanas y al atardecer hace algo fresco, pero durante el dìa calienta bastante. Y hay que madrugar porque para las cinco de la mañana amanece y por la tarde está oscuro hacia las seis.
Hoy por la mañana hemos visitado el monasterio de Santa Catalina que está en el centro de la ciudad y por fuera tiene una planta imponente. Fundado en 1579, cuando Perú y mucho más eran colonias españolas, entre sus paredes ha transcurrido la vida de cientos de mujeres y en la visita lees detalles impresionantes. En cierta ocasión el obispo prohibió a las monjas que allí vivían que tuvieran más de una criada y la mayor parte de su interior son las antiguas celdas de las monjas que vivían cada una en una instalación aparte. Ciertamente era lo más parecido a un pueblo dentro del monasterio. O algo así.
Por la tarde hemos hecho un recorrido de lo más singular con un señor que nos ha llevado a ver el antiguo pueblo de Yura, absolutamente en ruinas y luego hemos ido a la quebrada de Añaswayco que es el sitio de donde desde hace cuatro o cinco siglos se extrae la piedra caliza para las construcciones. Esta piedra se ve por todas partes, casas, tapias y en muchas de las míseras chabolas que pueblan el entorno de Arequipa. Según nos ha indicado el guía la mayoría son indígenas de las zonas de Puno y Cuzco que van a la ciudad apretados po la necesidad. No todo está tan ordenado como el centro de la ciudad.
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