sábado, 17 de octubre de 2009

El Lago Titicaca

Domingo 11 de octubre


Al cabo de un rato llegamos a las islas Uros verdaderamente singulares, pues están formadas por porciones cúbicas de una materia esponjosa formada de raices, tierra y juncos que flota y cortan con bastante habilidad; cada uno de estos cubos de poco más o menos un metro cúbico de volumen, los unen con estacas de madera clavadas en ellos y cuerdas hoy día de nylon, según nos aclararon. Juntan cubos de éstos hasta formar una superficie lo suficiente para construir encima casas para cuatro o cinco familias, al menos la isla que nosotros visitamos. Encima cubren los cubos con varias capas de juncos de cierta especie, muy anchos y largos, y ese es el suelo que pisan. Allí tienen edificadas sus casas y hasta un como arco del triunfo todo de esa especie de juncos anchos, perfectamente trenzados. Del mismo material construyen unos como catamaranes también trenzados con perfección y asimismo canoas y aun dicen que primitivamente vivían en estas canoas. Allí estuvimos en una isla pero cerca y formando una especie de gran círculo había cinco o seis más.

Según nos explicaron el origen de esta forma singular de vivir es la persecución de que fueron objeto los indígenas aimaras por parte de los incas y también huyendo de los españoles cuando invadieron sus tierras.

Esta visita es en mi opinión extremadamente turística y a duras penas se puede creer que hoy día puedan vivir personas en ese trozo de materia flotante. Y está claro que sólo subsisten así a causa del turismo.

Luego pusimos rumbo a Taquile, bastante más lejos y una isla verdadera que sobresale del agua unos ciento cincuenta metros. En ésta es también el turismo la principal fuente de ingresos de sus habitantes. Las agencias turísticas y particulares dirigen hacia allí una cantidad considerable de barcos llenos de turistas que la inundan todos los días.

Todos los indígenas van perfectamente ataviados con sus vestimentas tradicionales igualmente los empleados del barco. Al llegar a Taquile nos espera una espectacular subida pues tenemos a la vista cerca del puerto unos 500 escalones irregulares que salvan la distancia del embarcadero a lo alto de la isla donde están los pequeños restaurantes y casas de los habitantes. Comimos un secillísimo menú por 15 soles y pronto nos llegó la hora de volver pues estaba fijada a las dos y media. A esa hora salimos y no llegamos hasta las cinco y media pasadas. Tan larga sentada nos dio ocasión a entablar conversación con otros pasajeros que no se durmieron.

Mañana dejaremos Puno para ir a Copacabana en Bolivia y visitar otras islas.

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