viernes, 16 de octubre de 2009

Un día en Cusco


Segunda noche en Cuzco. Hoy por la mañana, en vista que en el hostal en que estábamos nos ponía las cosas difíciles, pues sólo nos garantizaba una noche más y el tercer día nos sugerían cambiar de hostal etc. Hemos decidido buscar otro con mejores perspectivas. Así, después de desayunar, hemos recorrido parte del casco histórico y al final hemos ido a uno cuya dirección habíamos tomado de internet: Pensión Alemana. Nos ha parecido bien y aquí nos quedaremos los próximos días.

Luego, puesto que nuestro propósito era pasarnos todo este primer día en Cusco paseando por sus calles, hemos ido andando a las oficinas de PeruRail para comprar los billetes del tren con que viajaremos hasta Aguas Calientes. Aunque nosotros pretendíamos viajar el lunes y así dejar pasar sábado y domingo en que supuestamente viaja más gente, ha resultado que para el lunes estaba agotado y por lo tanto hemos decidido viajar el martes.

También hemos hablado con una encargada del hostal antiguo, porque llevan una agencia de actividades en Cusco. Mañana a mediodía haremos una tournée parecida a la del autobús turístico, ahora por zonas y pueblos que rodean Cusco. El domingo recorreremos el Valle Sagrado y el martes iremos a Aguas Calientes y haciendo noche allí, subir al MachuPichu el miércoles por la mañana y ese miércoles mismo volveremos a Cusco por la tarde.

Hoy también hemos comprado dos Boletos Turísticos que son dos entradas que venden por unos 140 soles y dan derecho a visitar todos los museos de la ciudad y algunos monumentos también.

Y así, ha transcurrido el día con tranquilidad, paseando y sorteando coches por Cusco. Resulta del todo incomprensible cómo en una ciudad turística al cien por cien, pueden circular constantemente coches y micros por unas estrechas y empinadas callejas, obligando al los numerosos peatones a subirse a las más estrechas aceras. Hay calles donde los coches ocupan totalmente la calzada y van rozando a los peatons. Las calles están repletas de comercios turísticos; en fin, para nosotros es algo incomodísimo, no se cómo explicarlo. Sin embargo veo también a la gente de aquí circular estoicamente por las aceras o subirse apresuradamente a ellas al oir el rugir de un motor.

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